Antes
de que se creasen las marcas blancas, las empresas, sobre todo las mayores,
pretendían aumentar su cuota de mercado empresarial de forma indirecta, o
disminuir las de los competidores, mediante la creación de las segundas marcas.
Al crear una segunda marca, esta entraba en el mercado como un competidor más,
y captaba una determinada cuota de mercado. Lógicamente, esa cuota de mercado
de las segundas marcas de una empresa le era arrebatada a la competencia… pero
también a la propia empresa. Lo que ocurre es que la parte que le quitaba a la
propia empresa quedaba compensada por el hecho de que las ventas de la segunda
marca eran ventas de la misma conjunto empresarial, lo que redundaba en unos
mayores ingresos para la misma.
Ante
este hecho, el competidor se encontraba con una menor cuota de mercado, que
tendría que incrementar de nuevo, bien con la misma estrategia de la creación
de una segunda marca, o con estrategias de aumento de la participación,
mediante la diferentes estrategias de marketing, (bajada de precios, aumento de
la línea de productos, o cualquiera que fuera la que determinase). En
definitiva, la empresa beneficiada directamente por la creación de la segunda
marca es siempre la empresa que la lanza al mercado, siempre asumiendo que la
segunda marca llegue a lograr una determinada cuota de penetración.
La
marca
blanca, por el contrario, es una estrategia “parecida” y diferente.
Parecida, en el sentido de que se introduce un nuevo competidor al mercado.
Diferente, y muy diferente, porque esa marca blanca parte normalmente de las
empresas distribuidoras en la mayor parte de los casos. Dicho de otro modo, es
el propio canal que vende las marcas de los demás, (los hipermercados,
supermercados…), que crean una marca propia, en muchos casos encargándosela
generalmente a las propias marcas originales que ya están distribuyendo, con lo
que pretenden asegurar la calidad. El nombre de marca blanca, que se ha quedado
para siempre, proviene de que los envases originales eran de ese color, blancos
y simples en su presentación, en los inicios de la creación de las mismas. El
lema de la marca blanca era, “proporcionamos el mismo producto, con un precio
notablemente inferior, ya que nosotros mismos lo creamos y distribuimos”. Lo de
crearlo era un tanto peculiar, porque si se quería proporcionar cierta calidad,
y no incurrir en los costosos gastos de tener crear una cadena propia de
producción, (cosa de la que el distribuidor generalmente carecía), estas marcas
blancas eran fabricadas por marcas ya existentes, que en muchos de los casos
eran también distribuidas por el propio centro.
El
resultado era que en el mismo lugar nos encontrábamos con un producto casi
idéntico a otro, uno de ellos sin marca, (en realidad con marca blanca, la del
nombre que le adjudicase el propio distribuidor a sus productos), y el otro con
marca reconocida. Esto tuvo un éxito inicial reducido, pero algunos factores
contribuyeron a su éxito en el reciente pasado. El primero de ellos fue el hecho
de que ha habido una serie de crisis económicas, de mayor o menor cuantía, que
ha impulsado a muchas personas a adquirir los productos de marca blanca, sin
demasiadas dudas, porque el etiquetado decía claramente lo que contenía el
envase de marca blanca, y quién se lo elaboraba. El segundo factor en
importancia tiene más que ver con el principio de marketing que dice que: “sin
marca no hay venta”. A causa de esto, las marcas blancas de los canales, (hipermercados
o supermercados como ejemplo), crearon sus propios nombres de marca, como
Hacendado o Deliplus, en el caso concreto de Mercadona. De esta forma, aunque
se siguen llamando marcas blancas, (por su origen, es decir, generalmente
fabricadas por un proveedor determinado que renuncia a poner su nombre en esos
casos), en realidad se podrían situar en el terreno de las segundas marcas,
porque se crea un competidor más.
No
obstante, si nos fijamos con detalle, no es una segunda marca de una empresa,
sino realmente una nueva marca, (llamémosle blanca), generalmente procedente de
un distribuidor, aunque con el tiempo se convierten en “marcas” conocidas. En
el caso de las marcas Hacendado o
Deliplus solamente pueden ser adquiridas en Mercadona. Esto lo define
claramente como marcas blancas, y no como una segunda marca. Esta línea de
actuación ha sido utilizada también por muchas grandes superficies, como es el
caso de los hipermercados de Hipercor, o de El Corte Inglés, con marcas como
Aliada.
Lo
cierto es que, crisis aparte, los usuarios tienden a comprar más una marca de
prestigio que un producto sin marca. Claro que depende de qué producto. Si se
trata de productos alimenticios, en muchos casos la marca blanca ofrece un
producto casi igual al de la marca reconocida. (A veces, en el propio
etiquetado del producto de marca blanca aparece como fabricante un proveedor
conocido, lo que lleva al consumidor a adquirir la marca blanca, por su
precio). Esto tiene su contrapartida, y es que los fabricantes conocidos, que no tenían inicialmente problemas
en fabricar para la marca blanca, (al fin y al cabo era una forma de ganar
dinero, aunque con un margen menor), al ver que las ventas de la marca blanca
se disparaban han optado en algunos casos por no fabricar para las marcas
blancas, y lo que es más curioso, en su propia publicidad en medios masivos,
como la televisión, dejan claro que “no fabrican para otras marcas”.
De
esta forma tratan de seguir diferenciando claramente su producto en un entorno
de claridad, y sin entrar en el juego, cada vez más omnipresente, de las marcas
blancas de los distribuidores. Conscientes de que el factor marca es un plus,
las marcas blancas de la distribución han optado, como hemos comentado antes,
por ponerles nombre, (marca), a sus productos, de forma que el consumidor
entienda que está comprando una marca, con el prestigio del centro distribuidor
que la crea.
Algunas
asociaciones de consumidores han realizado estudios con un mensaje muy claro a
los usuarios de que elegir adecuadamente la marca de los productos que se
compra puede reducir hasta un tercio el importe de la cesta de la compra. De
todas formas, y a pesar de haberse reducido últimamente la participación, más
de un tercio de las compras en España son de marcas blancas. Este descenso se
produce a pesar de que las asociaciones de consumidores advierten que adquirir
productos de marcas líderes puede suponer en algunos casos un precio de hasta
tres veces más caro. No obstante, y aunque en el terreno concreto de la
alimentación las marcas blancas o de distribuidor van ocupando un lugar importante,
la importancia de la marca, y la fidelidad de muchos usuarios, especialmente
los más jóvenes, a las mismas, hace que el concepto de marca siga siendo un
plus en muchos casos, menos influyente en la alimentación, pero que sí influye en el consumo prioritario de
determinados tipos de bebidas, como son las de cola, por ejemplo.
Los
medios sociales, que se analizan en mayor detalle en el capítulo siguiente,
tienen una gran influencia en el concepto y divulgación de las marcas, sobre
todo al crearse el concepto de “fan” de la marca, (concepto derivado de los
fans de grupos musicales, que son los más conocidos por su seguimiento,
especialmente por los jóvenes). En los comentarios de las personas en las redes
sociales suelen salir comentarios de las marcas, sobre todo como consecuencia
de las experiencias vividas por estas personas en relación con determinados
productos o marcas. Estos comentarios pueden hacer mucho daño, o por el
contrario, mucho bien y publicidad indirecta a las marcas. Este es el fenómeno
de los Social Media, del que hablaremos a continuación, y donde a las marcas,
por la cuenta que les trae, más les vale estar presente y siguiendo los
comentarios.
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