Desde que a partir de la segunda
mitad del siglo XX comenzase la llamada tercera revolución industrial, o revolución
tecnológica, caracterizada por grandes y veloces avances en el ámbito de los
ordenadores y de las tecnologías electrónicas, ninguna parcela en el ámbito de
lo profesional, social y personas ha quedado fuera de su alcance. Las
comunicaciones fueron formando parte de esta evolución hasta, ¿quién lo iba a
decir?, pasar a ser la parte más importante, sobre todo en el último cuarto del
siglo, con la aparición de Internet.
Repetidamente he venido diciendo
en el Blog que el marketing bien aplicado es siempre pionero en beneficiarse de
los avances tecnológicos, ya desde el antiguo fax hasta los emails y, sobre todo, las múltiples
aplicaciones de Internet y su irrupción en las Redes Sociales.
La gran integración de las
comunicaciones con todo tipo de dispositivos, ha hecho que nazca un nuevo
concepto, llamado Internet de las cosas, o por sus siglas en inglés IoT,
(Internet of Things).
Hoy comentamos el marketing y sus
conexiones con IoT, que es lo mismo que decir la utilización de toda clase de
dispositivos, mas allá de los ordenadores portátiles, del teléfono móvil y las tablets,
es decir, incluyendo también a los wearables. (Post 70). Mediante las
comunicaciones no son solo las personas sino que todo está conectado con todo.
Y el marketing moderno no puede ignorar esta tecnología multidispositivo.
De hecho, según Philip Kotler, se
entiende por marketing “el acto de obtener un producto deseado de otra persona,
ofreciéndole algo a cambio”.
Esto implica que deberían
cumplirse estas condiciones:
·
Existir
dos partes, como mínimo
·
Ambas
partes deben aportar algo que suponga un valor para la otra
·
Ambas
partes deben sentirse libres de aceptar o rechazar la oferta
·
Ambas
partes deben aceptar que el intercambio es adecuado
·
Ambas
partes deben ser capaces de comunicar y entregar
Podemos resumir, de manera algo
burda, que el marketing a nivel profesional trata de comunicar y, como
consecuencia final, terminar proporcionando algo. Pongámosle la palabra vender,
y está todo dicho.
Aunque hoy esté abordando el
marketing y el Internet de las cosas de forma directa, hay ya varios posts
anteriores donde hemos visto su uso, tales como: (por si deseáis leerlos si no
lo habíais hecho ya, o repasarlo ahora) El post 51 sobre el marketing
sensorial, post 56, sobre publicidad dinámica, posts desde el 59 al 61, sobre
marketing de guerrilla, Street marketing y Ambient marketing, el post 64 sobre
marketing de proximidad, post 68 sobre Advergame marketing muy especialmente el
post 70 sobre marketing en wearables.
En todos estos casos se utilizan
muy especialmente las cosas como objeto intermedio del marketing, en el sentido
del uso de la tecnología y todo tipo de dispositivos.
Esto es el Internet de las cosas, y
constituyen un maravilloso vehículo para realizar nuestras acciones de
marketing.
Hace muchos años, en la primera mitad
del siglo XX, las acciones de marketing eran bastante iguales y repetitivas.
Con los medios al alcance de la época, los expertos en marketing se devanaban
los sesos por hacer algo nuevo que atrajese la atención del usuario por encima
del resto de las marcas y consumidores. La radio, la prensa y el incipiente uso
de la televisión lograban unos anuncios, (por citar solo un parte del
marketing), con grandes similitudes, por lo que cuando había uno con gran
ingenio, calidad e impacto, el éxito estaba asegurado, y había algunos que
trascendían hacia la gente, de forma que se utilizaba para todo lo relacionado
con el tema.
Un ejemplo es el del coñac
Fundador, que decía que “Está como nunca: Fundador”, con su musiquilla
particular que era la base del éxito del anuncio. El impacto en la gente fue
tal que cuando alguien le preguntaba a otra persona, ¿como estás?, contestaba
que estaba como el coñac Fundador, para decir que estaba bien. Puedo recordar
muchos bastante buenos, siendo los de
Coca Cola de los mejores en conectar con la gente, por su acercamiento a
la vida cotidiana. Por cierto, entre los anuncios más antiguos había muchos de
un machismo insultante que hoy estarían prohibidos.
Está claro que el marketing
evoluciona con el tiempo, adaptando con rapidez las tecnologías existentes y
disponibles. Antiguamente, una buena campaña era copiada de forma repetida, con
las variaciones lógicas para evitar el plagio, y tenías a tu disposición los
medios masivos y otros más localizados como las vallas publicitarias. Si
miramos a nivel focalizado, en los
cines había una introducción antes de comenzar las películas, que eran
básicamente anuncios, destacando Movierecord como empresa publicitaria, con
bastante éxito.
La llegada del email marketing
facilitó un nuevo paradigma en el marketing, hasta lograr también saciar al
usuario, tal como lo hastiaban los medios masivos, creándose el spam.
Recordemos que en el mundo 2.0 el marketing intrusivo tiene los días contados.
A nadie le agrada que alguien irrumpa en su privacidad, obligándole a dejar lo
que está haciendo para atender a una cosa que tal vez, lo más probable, lo le
interesa para nada. Es el defecto de la publicidad masiva, que llega a los
teléfonos móviles actuales. No obstante, con el marketing de permiso, nacido de
Seth Godin en su excelente libro sobre la Vaca Púrpura, en el que el autor
comenta que el verdadero marketing, y mucho más aún en el marketing 2.0, debe
pedir permiso al usuario antes de enviarles publicidad.
El marketing de guerrilla es una
excelente aplicación del Internet de las cosas. La utilización de
estrategias y herramientas de
marketing poco convencionales de forma que no parezca que estamos realizando
publicidad logra impactar todavía al usuario. De esta forma sustituimos la
inversión monetaria por acciones con capacidad de sorprender al potencial
usuario, mediante ingenio, originalidad y creatividad.
Otra utilización del IoT,
(Internet de las cosas) la encontramos definida muy claramente en el Ambient
marketing, que aprovecha las cosas del entorno cotidiano en el que nos movemos,
integrándose con el mismo, para crear y difundir el mensaje deseado.
No se trata de introducir un
elemento publicitario nuevo en el entorno, sino que a diferencia de otras
técnicas, el Ambient marketing se integra entre los elementos cotidianos,
(cosas) y los “reinventa” para darles una finalidad de mensaje publicitario. Esto
lo hace más atractivo, llamativo, y apenas o nada intrusivo respecto a otras
formas de marketing.
En lugar de la publicidad
intrusiva y no deseada por el consumidor, en el Ambient marketing se trata de
hacer partícipe al consumidor, creándole la sensación de que está implicado con
el mensaje mediante la utilización y ligeros cambios en los elementos donde se
mueve cotidianamente. Se utilizan elementos cotidianos existentes, como el
mobiliario urbano, paradas de autobuses, elementos accionados a distancia por
Internet que logran hacer que las personas le dediquen un tiempo de atención,
sin interrumpir su actividad natural, su ida al trabajo, a casa, al banco…
Cierro este post sobre el
marketing con IoT recordando la otra variante, que es el Street marketing, que
es también una parte del denominado marketing de guerrilla. La realidad es que
la campaña deberá ser bastante ingeniosa para lograr un mensaje impactante,
desarrollándose, como en el caso del Ambient marketing, sin estorbar el libre
tránsito de las personas y que logre que algo cotidiano se convierta en algo
extraordinario. La innovación y la espontaneidad son la clave, así como la
capacidad de empatía para ponerse en la piel del usuario, para hacer que el
anuncio no solamente no le estorbe, sino que sea capaz de distraerle y de
mejorar su experiencia con el paisaje cotidiano.
Las cosas tienen una doble
utilidad, ya que conectadas a Internet, trascienden algo más allá, y el
marketing de Internet de las cosas lo aprecia y lo utiliza.
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