sábado, 6 de febrero de 2016

Marketing e Internet de las cosas (IoT)

Desde que a partir de la segunda mitad del siglo XX comenzase la llamada tercera revolución industrial, o revolución tecnológica, caracterizada por grandes y veloces avances en el ámbito de los ordenadores y de las tecnologías electrónicas, ninguna parcela en el ámbito de lo profesional, social y personas ha quedado fuera de su alcance. Las comunicaciones fueron formando parte de esta evolución hasta, ¿quién lo iba a decir?, pasar a ser la parte más importante, sobre todo en el último cuarto del siglo, con la aparición de Internet.

Repetidamente he venido diciendo en el Blog que el marketing bien aplicado es siempre pionero en beneficiarse de los avances tecnológicos, ya desde el antiguo fax hasta los  emails y, sobre todo, las múltiples aplicaciones de Internet y su irrupción en las Redes Sociales.

La gran integración de las comunicaciones con todo tipo de dispositivos, ha hecho que nazca un nuevo concepto, llamado Internet de las cosas, o por sus siglas en inglés IoT, (Internet of Things).

Hoy comentamos el marketing y sus conexiones con IoT, que es lo mismo que decir la utilización de toda clase de dispositivos, mas allá de los ordenadores portátiles, del teléfono móvil y las tablets, es decir, incluyendo también a los wearables. (Post 70). Mediante las comunicaciones no son solo las personas sino que todo está conectado con todo. Y el marketing moderno no puede ignorar esta tecnología multidispositivo.

De hecho, según Philip Kotler, se entiende por marketing “el acto de obtener un producto deseado de otra persona, ofreciéndole algo a cambio”.

Esto implica que deberían cumplirse estas condiciones:

·       Existir dos partes, como mínimo
·       Ambas partes deben aportar algo que suponga un valor para la otra
·       Ambas partes deben sentirse libres de aceptar o rechazar la oferta
·       Ambas partes deben aceptar que el intercambio es adecuado
·       Ambas partes deben ser capaces de comunicar y entregar

Podemos resumir, de manera algo burda, que el marketing a nivel profesional trata de comunicar y, como consecuencia final, terminar proporcionando algo. Pongámosle la palabra vender, y está todo dicho.

Aunque hoy esté abordando el marketing y el Internet de las cosas de forma directa, hay ya varios posts anteriores donde hemos visto su uso, tales como: (por si deseáis leerlos si no lo habíais hecho ya, o repasarlo ahora) El post 51 sobre el marketing sensorial, post 56, sobre publicidad dinámica, posts desde el 59 al 61, sobre marketing de guerrilla, Street marketing y Ambient marketing, el post 64 sobre marketing de proximidad, post 68 sobre Advergame marketing muy especialmente el post 70 sobre marketing en wearables.

En todos estos casos se utilizan muy especialmente las cosas como objeto intermedio del marketing, en el sentido del uso de la tecnología y todo tipo de dispositivos.

Esto es el Internet de las cosas, y constituyen un maravilloso vehículo para realizar nuestras acciones de marketing.

Hace muchos años, en la primera mitad del siglo XX, las acciones de marketing eran bastante iguales y repetitivas. Con los medios al alcance de la época, los expertos en marketing se devanaban los sesos por hacer algo nuevo que atrajese la atención del usuario por encima del resto de las marcas y consumidores. La radio, la prensa y el incipiente uso de la televisión lograban unos anuncios, (por citar solo un parte del marketing), con grandes similitudes, por lo que cuando había uno con gran ingenio, calidad e impacto, el éxito estaba asegurado, y había algunos que trascendían hacia la gente, de forma que se utilizaba para todo lo relacionado con el tema.

Un ejemplo es el del coñac Fundador, que decía que “Está como nunca: Fundador”, con su musiquilla particular que era la base del éxito del anuncio. El impacto en la gente fue tal que cuando alguien le preguntaba a otra persona, ¿como estás?, contestaba que estaba como el coñac Fundador, para decir que estaba bien. Puedo recordar muchos bastante buenos, siendo los de  Coca Cola de los mejores en conectar con la gente, por su acercamiento a la vida cotidiana. Por cierto, entre los anuncios más antiguos había muchos de un machismo insultante que hoy estarían prohibidos.

Está claro que el marketing evoluciona con el tiempo, adaptando con rapidez las tecnologías existentes y disponibles. Antiguamente, una buena campaña era copiada de forma repetida, con las variaciones lógicas para evitar el plagio, y tenías a tu disposición los medios masivos y otros más localizados como las vallas publicitarias. Si miramos a  nivel focalizado, en los cines había una introducción antes de comenzar las películas, que eran básicamente anuncios, destacando Movierecord como empresa publicitaria, con bastante éxito.

La llegada del email marketing facilitó un nuevo paradigma en el marketing, hasta lograr también saciar al usuario, tal como lo hastiaban los medios masivos, creándose el spam. Recordemos que en el mundo 2.0 el marketing intrusivo tiene los días contados. A nadie le agrada que alguien irrumpa en su privacidad, obligándole a dejar lo que está haciendo para atender a una cosa que tal vez, lo más probable, lo le interesa para nada. Es el defecto de la publicidad masiva, que llega a los teléfonos móviles actuales. No obstante, con el marketing de permiso, nacido de Seth Godin en su excelente libro sobre la Vaca Púrpura, en el que el autor comenta que el verdadero marketing, y mucho más aún en el marketing 2.0, debe pedir permiso al usuario antes de enviarles publicidad.

El marketing de guerrilla es una excelente aplicación del Internet de las cosas. La utilización de estrategias  y herramientas de marketing poco convencionales de forma que no parezca que estamos realizando publicidad logra impactar todavía al usuario. De esta forma sustituimos la inversión monetaria por acciones con capacidad de sorprender al potencial usuario, mediante ingenio, originalidad y creatividad.

Otra utilización del IoT, (Internet de las cosas) la encontramos definida muy claramente en el Ambient marketing, que aprovecha las cosas del entorno cotidiano en el que nos movemos, integrándose con el mismo, para crear y difundir el mensaje deseado.

No se trata de introducir un elemento publicitario nuevo en el entorno, sino que a diferencia de otras técnicas, el Ambient marketing se integra entre los elementos cotidianos, (cosas) y los “reinventa” para darles una finalidad de mensaje publicitario. Esto lo hace más atractivo, llamativo, y apenas o nada intrusivo respecto a otras formas de marketing.

En lugar de la publicidad intrusiva y no deseada por el consumidor, en el Ambient marketing se trata de hacer partícipe al consumidor, creándole la sensación de que está implicado con el mensaje mediante la utilización y ligeros cambios en los elementos donde se mueve cotidianamente. Se utilizan elementos cotidianos existentes, como el mobiliario urbano, paradas de autobuses, elementos accionados a distancia por Internet que logran hacer que las personas le dediquen un tiempo de atención, sin interrumpir su actividad natural, su ida al trabajo, a casa, al banco…

Cierro este post sobre el marketing con IoT recordando la otra variante, que es el Street marketing, que es también una parte del denominado marketing de guerrilla. La realidad es que la campaña deberá ser bastante ingeniosa para lograr un mensaje impactante, desarrollándose, como en el caso del Ambient marketing, sin estorbar el libre tránsito de las personas y que logre que algo cotidiano se convierta en algo extraordinario. La innovación y la espontaneidad son la clave, así como la capacidad de empatía para ponerse en la piel del usuario, para hacer que el anuncio no solamente no le estorbe, sino que sea capaz de distraerle y de mejorar su experiencia con el paisaje cotidiano.


Las cosas tienen una doble utilidad, ya que conectadas a Internet, trascienden algo más allá, y el marketing de Internet de las cosas lo aprecia y lo utiliza.

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